martes, diciembre 31, 2019

Te pido perdón 2019.


TE PIDO PERDON 2019.


En Año Nuevo Chino, olvídelo todo. Los chinos advierten que durante estas celebraciones no se puede hablar sobre hechos pasados, solo del futuro, ya que hablar de lo que pasó es considerado de mala suerte[1].Pese a no ser o ser muy poco supersticioso, voy a subordinarme a esta advertencia China y me dispongo a escribir con celeridad antes de que se dé formal inicio a las celebraciones del nuevo año, no quiero una conjura en el 2020, ya que la del 2019 bastó.

Yo: Tenía semanas repasando en mi mente la retahíla de insultos que por orden alfabético te tenía reservado. Te confieso con alegría y seguridad que incluso ofenderían al más pérfido y ruin.

2019: Pero, ¿por qué? No entiendo, peor aún, era ajeno a que el equipaje que traían mis días eran causante de un daño a tu persona.

Yo: No seas irónico, salvo que seas un idiota, cosa que no dudo.

2019: Créeme, mi intención jamás fue hacerte lo que alegas sin decir.

Yo: Gracias a Dios!. No me imagino si fuese lo contrario. Hipócrita! Al menos dime la razón. ¿Dónde fallé? ¿A quién ofendí? ¿Qué omití hacer? ¿Qué hice que no debía?

2019: Nunca se trata de eso. No te confundas. Aprovecha la lectura del libro ´´Pregúntale a Platón´´. Cambia la forma de pensar y de recibir lo que recibes.

Yo: Ja!, ahora tenemos un 2019 filósofo. Filosofastro sin duda sí eres. Increíble tu consejo. Es como quitarle la comida a un niño y decirle no llores de hambre, es mental tu hambre. Que rabia me das!

2019: Escúchame! Yo solo traigo la carga que Dios, en el urdimbre de su plan perfecto me coloca para cada quien. No tengo autoridad para descargar lo que Él carga. Él, al igual que a ti, me creo.

Yo: ¿De qué hablas? ¿Le echas la culpa a Dios ahora?

2019: Te digo lo que es.

Yo: Unju si

2019: Hablemos con franqueza. No es conmigo que tienes problemas. Lo tienes tú solo. Yo sabía que esta conversación la tendríamos. ¿Recuerda lo que te comenté de la carga que tienen mis días? Lo bueno de este acontecimiento no es que puedas desahogarte, sino del aprendizaje que te vas a llevar.

Yo: ¿Qué aprendizaje hablas?

2019: Mira, no voy a darte una cátedra de religión o tratar de que entiendas cosas que son esotéricas, pues están reservadas a revelarse únicamente por nuestro creador y su voluntad de que entiendas las causas de tus supuestos males que te traje son aun extemporáneas.

Yo: ¿Supuestos males? Acaso, ¿quedarse sin trabajo y privarse de cosas que siempre han sido naturales no es un mal?

2019: ¿Qué cosas naturales? ¿Me puedes dar un ejemplo?

Yo: Uno no, varios si quieres.

2019: Pues si estás dispuesto a darme más de uno, mejor.

Yo: Jugar golf siempre ha sido natural para mí. Buena propina al caddy, alguna que otra apuestilla. Ahora lo tengo que dosificar para no romper mi endeble finanza. Impensable jugar un torneo.

Trattoria de Casa de España. Mi presencia allí era recurrente. Ordenábamos pizza de rúcula y prosciutto; pollito con papita para Daniela; lasaña para Mila e Hilda. Después venían los postres, el café cortado, los helados, etc.

Caprichos constantes en Amazon.

Viajes

2019: Uff, muchas cosas ciertamente. Pero, ¿Y?

Yo: ¿Y? ¿Ahora quieres saber de otra privación menos material y más humana, una de  transcendencia mayor?

2019: Claro! Que no se te quede nada. Al final necesitas desahogarte y yo tratar de entender tu afán de vejarme.

Yo: Mi padre. No te voy a mencionar a mi abuela, esa muerte la entiendo y hasta la desee para que no siguiera sufriendo.

2019: Sí! La verdad que Dios me hizo espacio para llevarme estas dos personas que amabas, perdón, que amas. Te niegas a que mueran en tus pensamientos. Eso no es malo.

Yo: ¿Entonces apruebas mi pensar y sentir?

2019: Para nada. Te falta entender, te falta cambio de actitud.

Yo: Infame!, Eso es lo que eres.

2019: Te lo digo de todo corazón. Aunque no lo creas, hasta nosotros, el tiempo, tenemos corazón. No somos impasible, ni apático. Parsimonioso sí, todo a su tiempo.

Después de escucharte y verte contenido para no escupirme todas las maldiciones que me tienes, déjame darte mi parecer y forma de ver los hechos. Lo haré en el mismo orden que usaste de menor importancia a mayor importancia, a pesar de que yo lo hubiese hecho al revés.

Golf, Amazon, viajes, restaurantes, etc. Te has quejado de que has tenido que suspender o reducir estas cosas naturales (para usar tus propias palabras). Lo primero y es lo que no has visto, es que son naturales para ti, no para todos. ¿Acaso mis colegas (2018, 2017, 2016, 2015, 2014,………) no te lo dijeron? ¿Sabes que lo que gastas en una ronda de golf es más de lo que necesita una familia para desayunar, comer y cenar? ¿Acaso sientes esa misma hambre? Al parecer, tu queja no es relevante. ¿Estarías de acuerdo conmigo?

Yo: Bueno, sí, así es.

2019: ¿Crees que esas familias saben lo que es una pizza de rúcula y prosciutto? ¿O han probado un Valentino?

Yo: Me quedo mudo ante tan crueles pero reales preguntas.

2019: Tus viajes. Haces referencia a tus viajes como la cosa más natural y se conjugan ante ti la tristeza, la nostalgia, la rabia, la impotencia al ver muchos amigos pasando la Navidad en destinos exóticos, muchos de los cuales ya has visitado.

Te quejas por menos golf, pero te ha servido para estar más tiempo con tus hijas. No poder ir comerte tus comidas en restaurantes ha permitido que le hagas sándwiches a tus hijas y con esto, has recibido la adulación sincera de ellas. No te he permitido viajar para que pudieras terminar tú ante proyecto de tesis. Estas viendo el vaso medio vacío.

¿Acaso es rabia que debes tener conmigo o agradecimiento con mis colegas menores, agradecimiento con Dios? Te traje, de la mano de tu otra madre, el libro titulado ´´La Magia´´ con un propósito. Sigue estudiándolo, te va a servir de mucho.

Te he mandado muchos mensajes para que reflexiones, para que te des cuenta de lo afortunado que eres. Incluso te quité tu trabajo para darte otro de más importancia, uno que podrás usar como referencia con tus hijas. Sabes a lo que me refiero. Lo hiciste bien!

Yo: ¿Hablas de mi papá?

2019: Sí, y así paso a lo de mayor importancia. Me culpas de llevarme a tu papá, de no permitirle verte graduarte, ni de poder acompañarte en la boda de tus hijas y de cuantas cosas más que ni tú ni yo sabemos si pasarán. Me culpas en vano y muy precipitadamente.

¿Acaso no te impedí verlo sufrir? ¿Acaso no te permití que permanecieras con él a tiempo completo en su final? ¿Acaso no te permití descubrir que él era lo más importante para ti? No entiendo porque el odio hacia mí.

 Mira, a veces no somos capaces de comprender las situaciones que nos visitan. Damos por hecho que las circunstancias desfavorables son una especie de castigo. Nada más falso que esta creencia ancestral. Mis 365 días de vida han contenido una carga para hacerte más fuerte, más sabio. Mi colega mayor te hará más feliz. Esto incluso te lo mandé en tu chat familiar vía tu madre.

Ni yo, ni mis colegas venimos con el propósito de dañar o hacer sufrir. Simplemente venimos con carga y la liberamos. Tu tarea, con la ayuda de Dios, es lidiar y sacar el mejor aprendizaje de ella. 

Ahora te voy a dar varias razones para que veas lo errado que estás y hagas énfasis de las cosas que no te quité.

                1. Sigues durmiendo bajo un techo cálido y seguro.

                2. Tienes quien se preocupe por ti.

                3. Tienes comida en tu mesa.

                4. Todos tus sentidos están intactos. Puedes ver, sentir, escuchar, oler y degustar.

                5. Abriste los ojos y allí estaban tus hijas, esposa, madre y hermano.

                6. Tus hijas recibieron la visita de Santa Claus.

Sigo?



Yo: No, es suficiente! Quiero manifestarte mi errar y pedirte perdón para la torpeza de mis razonamientos. Ahora que te veo agonizando y que en principio me daba alegría verte morir, solo deseo agradecerte por todo antes de que el reloj te acabe de matar porque me has enseñado con magistral pedagogía que solo me protegías y me ayudabas.

Estoy seguro, gracias a ti, que si algún colega tuyo vuelve a traerme una carga parecida, lo veré con nuevos ojos. Te pido perdón 2019.

Vete en paz 2019!





[1] Diario Libre. QUÉ COSAS. Pag.36. [Consultado en línea: 31-12-19, 09:33am]

viernes, febrero 08, 2019

La caida que no sentí.


LA CAIDA QUE NO SENTÍ

Ese día amanecí como muchos otros, con el deseo de desear. Se hacía tarde ya para despegar a la afanada rutina de deambular a un futuro que se ofrece, pero que no se regala. Llegué como de costumbre a la oficina, supongo cerca de las 07:20 am y me trasladé a la lectura ya casi terminada del libro La vida que no elegí de Lorena Franco. Este libro me cautivó tanto que mi esposa percibió eso y decidió apartarse un momento de Netflix y copiarme.

Avanzó lento el día, como suele suceder cuando ansías lo contrario. Sin embargo, la lucha indetenible de un reloj venció y de repente llegó la 06:00 p.m., hora de ir a la Universidad. La suerte del día se hizo esperar hasta esa hora de la tarde cuando nos notifican que no había clases.

Decidí, bueno, mal decidí ir a un Cigar a buscar lo que sin duda alguna no iba a encontrar y no me iba a convenir, pero si me iba a convencer de lo que intuitivamente ya recibía. De camino llamé a  mi hermano, experto en cigarros para preguntarle si él tenía planes de ir al Cigar ese día: Me estoy parqueando, fue la respuesta.

Ahí, aún sin saberlo, mi suerte se hacía ya presente. Procedí a encender el primero de los cigarros que supuestamente me fumaria ese día y me senté a querer percibir lo imperceptible. Al cabo de media hora, el lugar se hacía intransitable e incomodo por la cantidad de visitantes que allí se dio cita. El humo incordiante salía disparado de los innumerables puros encendidos y quedaba encarcelado en el pequeño lugar.

Quizás la mejor decisión tomada, después de la mía de apagar el puro a medias, la tomó mi hermano de abrir ventanas y puertas, pues él, aun siendo experto y fumador experimentado estaba percibiendo lo que ya, a mi me había condenado.

Al poco tiempo de haberme visto obligado a apagar mi puro por mi condición, que se trasladaba de estado lúcido a aturdido y que poco más tarde pasaría a estado de desfallecimiento temporal, me decido a retirarme, no sin antes pasar por el baño a refrescarme con abundante agua.

Al salir del baño, sentía que el mundo se venía encima y que los objetos caminaban, me despedí y acto seguido me precipité al piso producto de ese desfallecimiento temporal que mencionaba y que sería el encuentro de la sensación mas perturbadora jamás haya experimentado.

Javier! Javier! gritaba mi hermano desconsolado. ¿Cómo te llamas? Me decía uno de los presentes. ¿Cinco por cinco? A todas las preguntas respondía mientras sentía el correr de los sudores que me hicieron mojar la camisa. Le bajó la azúcar, la presión, eso fue que no comió. Así opinaban todos los ahí espectadores, mientras estaba en el suelo abrazado de una vergüenza que quería ocultar.

Mientras, veía acorralado a mi hermano en un susto que se negaba a desampararlo y un dolor en la mano producto de colocarla para evitar que mi cabeza que se dirigía a gran velocidad al piso frio y hediondo de humo, impactara librándome de una caída que no sentí.

Su impresión me conmovió, ver florecer esa sensación de un hermano que quizás pensó estaba perdiendo su otro hermano. Verme precipitado en el piso lo ancló a un estado de shock y a mí en un estado de placidez.

Me sentí protegido, amado, querido y claro mareado.

Su reacción en esa caída que no sentí, ha sido el mayor episodio de amor que haya sentido de mi hermano y raro podría ser para quien lo lea, pero, ¿acaso no está llena la biblia de eso? De episodios que duelen, que no se entienden, pero ciertamente, a la larga o a la corta dan paz.

Buenos humos!




miércoles, enero 16, 2008

A pagarlas una a una

Venia de un viaje presidencial, de esos que son buenos porque son totalmente becados. Supongo que eran las siete de la mañana, -lo digo porque el alba comenzaba a dar avisos de llegada; era un diciembre caliente, de esos tranquilos, sin fuegos artificiales, ni tapones, ni doble sueldo, ni na.

Era ya el tercer diciembre consecutivo que tenia esas mismas características; recuerdo que el primero, en el año 2023, fue traumático, inclusive para los que siempre habían aspirado un diciembre que no fuera diciembre.

Mi mujer, cuatro meses después no se recuperaba de la vomitada que dio en el crucero que nos regalamos por motivo de nuestro 20 aniversario. Pero bueno; decía que estaba entrando a mi casa, a eso de las siete de la mañana de regreso de un vuelo cansón cuando me percate que en la esquina próxima a mi casa, se estaba desmontando una joven monumental, de aspecto idilico y caminar de diosa.

Gracias al caluroso diciembre que hacia, incluso a esa hora de la mañanita, pude ver, incluso desde lejos, la gracia del ombliguito de esa joven, que exhibia sin reparo y pomposo orgullo, pero todo esto fue antes de ver como esa joven se despedia con un largoooooo y saliboso beso del joven galán que la dejo varada en aquella esquina.

De repente, cuando me disponia a entrar a mi casa, veo que la joven, haciendo uso de un caminar apresurado, se va dirigiendo a mi casa, y desde lo lejos, me venia saludando con expresión de amor.

Que raro –me dije- esa jeva saludándome a mí, ¿Quién será? Súbitamente y sin aviso, sentí una sensación de frio que nada se correspondia con la temperatura exterior.

Pensando o mejor dicho, queriendo pensar que era un espejimos, doble la vista y procedí abrir la puerta, respirando a tal velocidad que pareciera que estaba con contracciones de parto, y rogando a Dios, a Jesús, a la Virgen y la recua de santos que existen, que todo lo que acabada de ver sea por efecto del jet lag.

Para auto aliviarme, recuerdo que esas oraciones las acompañe de un ejercicio de autocontrol diciéndome: Javier, tranquilo, tu eres un tipo liberal, moderno, esas son cosas normales, tu fuiste joven y cuantas más mierda de esas que nunca te llegas a tragar.


Cuando finalmente llegué a la puerta de mi casa, mientras ponía la llave en la cerradura, sentí por detrás un abrazo cariñoso, y una vocecita dulce que ya había oído antes muchas veces, que me dijo: “!Llegaste pá!”.

Justo ahí me levante sobresaltado de la pesadilla que acababa de tener con una terrible acidéz en la barriga por la hartura de puerco y pasteles de hojas de la noche anterior. Sigilosamente y todavía con el corazón inquieto, fui a ver si Mila Isabel; por suerte seguía teniendo 10 meses, y seguia acurrucadita en su cunita.

Fui a la cocina a tomarme un te de manzanilla y anís para calmar mi estómago y poder seguir durmiendo, deseoso de no seguir soñando por esa noche.




miércoles, diciembre 26, 2007

Lo que dejo a mis espaldas

Cada vez que echo una miradita hacia atrás, a través de las grietas abiertas de mi pasado, no tengo más opción, a pesar de mi sofocado estado causado por la acezante búsqueda de una opción más piadosa, que suspirar de lastima y de tiritar de temor. Así es, lastima y temor se conjugan y producen en mí, una reacción inefable.

En mi mirada, esa que hago a mi pasado, se visualizan unas series de buenas costumbres de las que hoy solo quedan sus rancios restos, y que, al contarlas a los miembros de la nueva generación, se nota como la escuchan suponiendo que todo es una especie de quimera.

La visita a la iglesia los domingos era una rutina ineludible, les digo, pero también la besadera de mano a los superiores de la familia; el ponerse de pie en clases como señal de respeto al maestro; el callarse en una conversación de adultos; el pedir permiso para levantarse; la visita a la casa de los abuelos era una forma de deducir que era domingo; la comida que se servia en el plato era una comida que debía ser ingerida; la bandera era reconocida como un símbolo sagrado que hablaba de la personalidad de la patria y no una especie de chichigua para serpentear en un estadio de pelota.

Esas abolidas practicas evitaban, en cierta forma, el contagio de virus, tales como: corrosión del alma; la expiración al respeto; el tuteo desproporcionado; la desidia a las faenas escolares y de otros más letales como: la putería; la drogadicción; perpetrar en hecho delictivos; general transgresión al imperio de la ley, etc, etc.

Ahora que solo veo el cadáver de estas expiradas costumbres, busco hasta quedar jadeante, rastro alguno de lo que fueron aquellas costumbres, sin ni siquiera, encontrar una de ellas con signos de senilidad. Como todo ciclo de vida que va siendo relevado por uno nuevo, supongo, aunque con un rosario en la mano procurando en mis rezos estar equivocado, que estas costumbres fueron relevadas una a una por otras nuevas.

Así es como veo que la costumbre de ir a la iglesia los domingos fue reemplazada por el jeviteo de la Lincoln; el besar la mano o pedir la bendición por el tuteo; del callarse en una conversación de adultos, los chicos han pasado a ser el principal exponente; del pedir permiso para levantarse, a sorprender de asombro por nuestra repentina ausencia; usar todo el año, pero principalmente la Semana Santa para elaborar planes concupiscentes, etc.

La plenitud de aquellos días pertenecían a los adultos maduros de hoy; la plenitud de los días presente pertenecen a los nuevos retoños. Parte de mi existencia ha vivido en una plenitud a medias; digo a medias, porque yo era parte de esa exigua juventud que nunca o casi nunca gusto de los placeres nocturnos propios de la juventud; más bien, yo siempre he visto crecer con pausada parsimonia al gusanillo bohemio que insiste en sublevarse y apoderarse del escenario de mi vida y, al que mi edad de juventud ha podido domar, aún. Así favorecí, queriendo o sin querer a mis padres, de una tranquilidad (plenitud) que la ofrecía mi permanencia en casa un viernes o sábado por la noche.

Por mi parte, ese sentimiento de plenitud lo sentía tanto por no ir a ninguna de las insustanciales discotecas, como cuando visitaba los pianos bar cuyo promedio de vida eran los 69 años o cuando me reunía, siempre atento, a charlar de un tema, ante un consejo de peritos. El paso de página de los años que la vida me endosa, era un factor que marcaba huellas al transito cuyo camino, el destino hizo a mi hechura. Se agregaban hechos, circunstancias, penas, alegrías, confusiones, amores, desamores, tropezones y experiencias.

Todas ellas, aunque pertenecen al historial de mi vida, se mantienen disponibles en mi mente para consulta, como una especie de cortesía que me ofrece mi memoria. Como siempre he querido ir por la vida a paso doble, de ahí el recurrente reproche que algunos en forma de improperio me adjudican el calificativo de “viejo atrapado en cuerpo de joven”; así procedí, cuando solo tenia 24 años a instigar a la que hoy, mañana y siempre será mi mujer, a que delante del pulpito y de Dios, me de el “sí”.

Mis planes eran, además de darle un trato de beatitud, poder faenar cada noche en los asuntos del amor y, a la vez, acercarme más a mis gustos de longevos. La condición de casado suponía una definitiva vía de escape a los “gustos” de jóvenes que me adjudicaban forzosamente; de ahí mi suposición de que una pareja de casados, no cabria en un mundo de solteros.

Pero bueno, eso no es más que algo de “lo que dejo a mis espaldas”.

martes, noviembre 20, 2007

QUE RARO SOY

Siete de la mañana. Hilda levántate, ya es hora, le dije a la mujer, cuyo corazón mantiene encantadamente prisionero al mío y que además, pujó desde sus entrañas con valentía y resolución la niña de mis ojos. Así comenzó un día, que desde su génesis hasta el último minuto de su consumación iba siendo cada vez más y más revelador.

Desde que baje por el ascensor, a eso de las 9:30 de la mañana hasta que salí a la calle, no pude ver por lo menos eso recuerdo, a ninguna fémina, excepto la niña de mis ojos que la llevaba en su Graco último modelo. Solo al portero, un hombre de aspecto luctuoso, lúgubre y misterioso, cuyo nombre ignoro, pude ver desde lejos ensimismado en sus rutinarias labores.
Doscientos metros al sur del portal principal de mi edificio se encontraba el parque; allí solía llevar a la niña de mis ojos para que los dedos del sol le acariciaran su tersa y púdica piel, mientras yo alimentaba glotonamente mis ojos con las jóvenes madres que asistían allí tratando de deducir como era lo que había debajo de sus abrigos. Al percatarme, cosa que nunca lo había hecho, de que yo era el único de mi especie, me sentí raro, es decir, mientras todo el colectivo masculino estaba seguramente soportando la ingeniosidad de un jefe subnormal yo estaba creando ejemplo o si se quiere decir, novedad, de que los padres también pueden ser madres. ¡Que raro verdad!

No pasarían cuatro horas sin que yo, desgraciadamente o no, volviera a notar esa rareza que hay en mí y que me distingue del resto para bien o para mal. Entrando por donde mismo salí, y al pasar por dos bloques de edificio contiguo al mío, donde vivían alquilado al igual que yo, unos jóvenes igual que yo, noté la melodía que expulsaban sus radios. En el primero logré escuchar a Von Llovi o Bon Jovi, que sé yo; la segunda melodía, ligeramente menos dañina que la primera, me sonaba a ceremonia taina. La tercera, aunque no era exactamente de mi predilección, ya la había escuchado decenas de veces porque su eclosión como “éxito” coincidió con mi llegada a la madre patria, les hablo de un grupo llamado: Las terremoto de Alcorcón, y su interpretación al castellano de “Taim gous vai con loly”, por querer decir “Times goes by so lonely”, titulo de una exitosa canción de Madonna, a la que no escucho pero si veo.
Después de lograr salir con vida de tan miserable mezcla musical, penetre a mi habitáculo y me dispuse a escuchar ese gran alimento para los oídos, me dispuse a escuchar junto a la niña de mis ojos a Joaquín Sabina; y así nos dieron las 10, las 11, las 12 y la 1 y las 2 y las 3………..; así, viendo el trecho que hay entre Las terremotos de Alcorcón y su gran público que las sigue y el maestro Sabina conmigo detrás como su fan número uno, volví a caer en la conclusión que soy raro.

Ya cerca de las 3:00 de la tarde, viendo algo nuboso por el sueño, aproveche para hacer una siestesista de dos horas y medias; coño, una siesta de 2 horas y medias no es siesta, es una pava larga. Eso definitivamente es raro.

Al despertar, ya la doña de la casa, es decir, Hilda, había logrado depositar en el estomago de la niña de mis ojos, una tremenda compota de multifrutas, a la vez, que ordenaba el avituallamiento que había adquirido en el supermercado. Fue entonces cuando me fui a la cafetería Yuli, propiedad de un chino que ni se llama Lee; ni Zhoia Yong Luo; ni Chang Xuo; ni Mao Tsuie Wang, sino que respondía al nombre de Eloy Echevarria. Allí me senté en la barra y mientras veía a otros pidiendo una copa de whiski o un tubo de cerveza, yo me conformaba con un café cortado, fiel acompañante mío y de mis lecturas. Desde luego esto es cuestión de gusto, solo que el mío es raro.

Después de haber aniquilado unos tres capítulos de El Mundo de Juan José Millas, a eso de las 8:00 de la noche, salí disparado de la cafetería de Eloy, y volví a subir al palomar donde encontré a mis tesoros, en pose de emperatrices, perdidas una vez más en su pasatiempo favorito, es decir, las novelas. No sé porque, pero el deber de padre y esposo logró rescatarla de tan perjudicial actividad (leer y escribir novelas no es lo mismo que verlas) y me dispuse previa aplicación de una encubrida psicología a convencerlas de que juguemos un rato. Jugamos Matarile, a la rueda-rueda, pollitos playbi, gateamos todos, el pio pio es un baile muy sencillo, brinca pa´rriba (yupi); el avioncito y cuantos juegos de bebe más existan.

Así pasaron los próximos cincuenta minutos, jugando yo con ellas y ellas conmigo. De repente comprendí, todavía tumbado en el suelo y pensando discretamente a través de las nubes, mientras Hilda cambiaba a la niña de mis ojos para llevarla a la cama, que después de todo no soy tan raro, sino dichoso. ¡Que duermas bien niña de mis ojos!

miércoles, noviembre 07, 2007

PAL COLMADO VOY, VOY, VOY

Mi embriaguez de nostalgia, súbitamente desapareció cuando mi inconsciente paso a ser relevado por mi conciente, todo gracias al repentino ¡Coño, pero si ya son casi las 12:30 p.m!, al deducir que Mila Isabel debía comer. Y es que no todo es color de rosa, hay días buenos, días malos, hay días de día, días de noche, en fin, hay días.

Hoy me levante con la Castellana en la cabeza, también con la Pradera; con el Ensanche Ozama; con Dulce Mi Vieja, me levante con el rojo, azul y el blanco. No quise perder tiempo en la casa, y me fui con Mila Isabel, como de costumbre, a realizar nuestra ronda por el barrio, a la vez, que le metíamos kilómetros a su cochecito. Al parque, allí fue que fuimos a parar; allí la nostalgia volvió a atracarme el corazón y los pensamientos, esa maldita nostalgia que lo único bueno que tiene es que me refresca la cara de mis padres; de mis hermanos, amigos, familiares.

Se armó una lucha encarnizada, entre la Nostalgia y yo, que no sé como la Policía no llego al parque, tampoco sé como Mila Isabel no se despertó. Cada vez que pretendía ignorarla con Arturo Pérez-Reverte y Un Asunto de Honor, volvía la impertinencia de la maldita nostalgia y me abofeteaba los sentimientos. De repente, mi corazón habló tan alto, que sentí la entonación de sus palabras en mi pecho, me dijo, bueno le dijo a la nostalgia: ¡SOLO FALTAN 22 DÍAS!

Ella ignorante al fin, no comprendía, así que volvía a su labor, pero para sorpresa de ella, ya sus dardos envenenados no me afectaban, de repente me inmunicé. La alegría me invadió o me vacuno, que sé yo. Y es que quiso decir “Solo 22 días para regresar a la isla; solo 22 días para estar con ellos; solo 22 días para besar, abrazar y confraternizar; solo 22 días para ir al colmado y así comencé a cantar PAL COLMADO VOY, VOY, VOY!

¡Coño, pero si ya son casi las 12:30 p.m! Mila, vamos a comer

miércoles, octubre 31, 2007

!Que venga esa copita de cerveza!

¡Que venga esa copita de cerveza! Esa era la mejor frase para comenzar a liberar toda la responsabilidad que reposó malditamente en nuestros hombros. Trabajos vienen y trabajos van. Ahora que veo a mí alrededor y veo que ningún compañero murió en el intento, comienzo a entender el refrán que dice: No hay castigo que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista. Pero del mismo que se acabo esa ganada cervecita, se acabo la alegría.

La culpa la tiene ese impertinente genoma o célula u hormona u órgano o tejidos, o lo que sea que nos produce inconscientemente el llamado del deber; y es que no había pasado la primera etapa de nuestro doctorado, cuando ya debíamos empezar la conquista de la segunda. Así fue como comenzó otra carga, aún más pesada; a nuestro alrededor se posó una especie de nigromancia, o al menos, eso creo yo. Y es que coño, ¡libros van y libros vienen! y a la vaina esta no le acababa de descubrir su fecha de vencimiento.

Así pasaron meses y meses, y a medida que avanzaba en mi tesis y que creía que encontraba la salida, volvía el jarro de agua de fría del profesor: “Quite esto y ponga esto; borre esto; rescriba este capítulo; aumente la bibliografía; manifieste su parecido o critique tal argumento. Ay mi madre me decía, eso si, en voz baja. Pero bueno, por lo menos, tenía un as bajo la manga, y es que: No hay castigo que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista.

Al fin, después de casi 8 meses, donde estudiaba cuando podía y no cuando quería o mejor dicho: estudiaba cuando mi niña recién nacida me dejaba. Como decía, después de 8 meses, gastando tinta de la impresora, logré concluir, junto a mis demás compañeros nuestros respectivos trabajos.

Temerosamente lo llevamos a calificar, sin embargo, después que el profesor los lee con pose de torturador, lapicero rojo y el ceño plisado, nos dictamina su veredicto. No recuerdo haber oído la calificación de ninguno de nosotros, ni siquiera la mía, supongo que habré estado en el baño, o cagándome o vomitando, honestamente no recuerdo, pero mis temores súbitamente desaparecieron cuando veo a mi regreso del baño, el reflejo de felicidad en todos mis compañeros: ¡Javier! –grito Gaspar, mi amigo brasileño, ¡pasemos, pasemos!, supongo que por decir ¡pasamos, pasamos!.
Asi, después de 8 meses; después de tanta carga; después de casi tirar la toalla; después de maldecid y maldecid y después de haber cumplido satisfactoriamente nuestra segunda etapa, podemos decir nuevamente ¡Que venga esa copita de cerveza!