viernes, septiembre 22, 2006

REMESAS O SALVA VIDAS

Las estadísticas registradas en la fase agónica del año 2005, y que reposan en los archivos del Banco Central de la Republica Dominicana, coinciden con los del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), al señalar en más de US$2,230 millones ( RD$ 68,000 millones) las remesas procedentes del extranjero a nuestro país.


El beneficio primario que se les puede atribuir a las remesas, es un mejor nivel de vida para los beneficiarios o receptores de las mismas. En el año 2004, las remesas recibidas en América Latina y el Caribe, resultaron un 18,42% mayor respecto al 2003, ascendiendo a US$45.800 millones, según datos del Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) del BID. ¡Y la cifra ha adquirido manía de seguir aumentando día a día!


Detrás de los envíos de remesas, se dan cita dos crudas realidades que se manifiestan en polos diametralmente opuestos: primero, hay un alivio en la economía por el ingreso de divisas, y segundo, hay unos aforismos de nostalgia que suelen entretener en un ambiente inhóspito y de comunidades esotéricas al paisano que se fue. ¡Que duro decir que detrás de las remesas o salva vidas no todo es color rosa!


Según el Doctor Enrique V. Iglesias, antiguo presidente del Banco Mundial, “las remesas son producto de la globalización, tanto de la economía internacional, como de las fuerzas de trabajo internacional, por lo que no sería posible asignarles una connotación negativa”.


Sin tener yo, la autoridad necesaria me atrevería a emitir una opinión distinta a la de este ilustre economista, y decir que más que un fenómeno de la globalización, que ciertamente lo es, es un fenómeno “descompuesto” de la globalización, y una manifestación de los fallos de una estrategia de desarrollo.


Con labios cenizo y el abrigo fosilizado, Julio Zapata, un obrero de origen dominicano, que se hospeda desde hace 15 años en un suburbio de la metrópolis Madrileña, me lo explicaba mientras me mostraba una foto de su nieto de 4 años que aún no conoce; me decía el paisano que para enviar “unos chelitos” se le hizo necesario acostumbrar el estomago a la comida de un figón cutre y domesticarlo hasta habituarlo a comidas y cenas frugales, y me lo repetía, solo para poder “mandar algo”. A este dominicano, que corre con igual suerte que millones de mexicanos, ecuatorianos, colombianos, peruanos, haitianos, etc., no se le puede llamar “fuerza de trabajo internacional”, tal y como lo hace el Dr. Iglesias, lo correcto es llamarle “forzados a trabajar internacionalmente”.


Julio, con sus palabras dejó plasmada la realidad de la mayoría de los inmigrantes, más que nada de aquellos que traspasan la frontera sin mostrar pasaporte. ¿Qué pasaría pues con la economía, cuando los idos retornen definitivamente (si lo hacen) a sus orígenes y se embriaguen en el paroxismo de la alegría al juntarse con sus familiares; con los tígueres del barrio o con el banilejo del colmadón? O se espera que para salvar a una de las “fuentes primarias” de generación de divisas, se aplique la oferta del 2x1, es decir, llega uno y se van dos.


Es preciso señalar que los emigrantes, generalmente comparten una característica homogénea; estas personas normalmente tiene un grado de preparación académica (odontólogos y médicos, por citar algunos de notable referencia en España) o técnica (carpinteros, plomeros, cerrajeros, albañiles, etc), y ante la imposibilidad de emplearla en su territorio porque no existen políticas de desarrollo endógeno para localidades especificas dotadas de un potencial latente, o de políticas de desarrollo económico para toda la geografía nacional, que sean capaces (las políticas económicas) de involucrarlos y aprovecharse de esta capacidad (de las personas), sienten entonces la invasión del fantasma de la impotencia, claro está, después del fantasma del hambre y del fantasma de la pobreza; la consecuencia entonces se llama “fuga de cerebro”.


Los países desarrollados (caso USA) en momentos puntuales y haciendo uso de una de las cosas que más sabe hacer (Política Inmigración), como medio para frenar este añejo “acoso” de extranjeros (la inmigración ilegal), puso en ejecución el cobro de un impuesto para las remesas, la finalidad sería hacer más costosos los envíos. La consecuencia fue impactante para el que manda como para el que recibe. La lectura de esta medida “contenciosa”, procuraba desalentar cualquier intención de ir a Estados Unidos, como diría un buen dominicano, a buscársela como un toro, adicionalmente, el extranjero que formaba parte de la “fuerza de trabajo internacional” estaba obligado a trabajar horas extras o reducir aún más, su ya estrangulado presupuesto, y para que? Solo para mandar unos chelitos.


En este contexto explicativo de aplicaciones de políticas de inmigración y sus respectivas consecuencias, cabría oportunamente preguntarse, que pasaría si ésta medida “soberana” adoptada “ por el pueblo norteamericano o cualquier otro pueblo que goce de un desarrollo económico superior, llegase a niveles más recrudescentes, como por ejemplo, la creación de una ley o medida administrativa que prohibiese el envío de remesas sin una previa certificación oficial emitida por un órgano estatal regulador (migración o extranjería) donde conste que quién envía está en situación de legalidad.


La consecuencia previsible, sin duda acabaría con una de las “principales fuentes de generación de divisas”. El mejor proyecto que podríamos hacer es evitar convertirnos en un país exportador/emisor de personas, y por el contrario desarrollar el país y aprovechar nuestras capacidades internas, reduciendo de este modo nuestra vulnerabilidad económica.
Así, entre otras cosas, evitaríamos que el nieto de Julio Zapata, y muchos otros nietos, se tengan que ir también a enviar “remesas o salva vidas”.

El autor es Master in Bussines Adminitration (MBA), Master en Gestión Contable y Financiera (MCF), Master en Gerencia Financiera (MMF) y Doctorando en Economía y Relaciones Internacionales (Ph.D).
rospimen@hotmail.com